miércoles, 15 de abril de 2009

REFLEXIONES

Los hombres que explotan a sus hermanos no pueden permanecer, porque la Justicia del cielo no hace excepciones. Los imperios y los déspotas que los gobiernan piensan que tienen el respaldo del cielo, y por eso han sido encumbrados, pero no es la Luz del Padre la que les está iluminando en su escalada, sino la luz perecedera del que hace sentir a unos hombres superiores a otros, y les lleva así a competir y a enfrentarse. Esa luz se desvanece y los imperios quedan desolados; sin embargo los humildes poseerán la tierra, y habitarán en ella para siempre.

El que aborrece la Luz se revuelve interiormente contra el que la busca, rechinan sus dientes contra él; el Señor de él se compadece, porque lo ve caer. El Señor le llama, pero él no quiere escuchar Los que rechazan el Amor, los que no son capaces de comprender que todo lo que crece en el individualismo se marchita antes de alcanzar la madurez, éstos construyen torres sin cimientos: La estatura es más importante que la estabilidad pero los que le buscan fuera del Amor, fuera de la solidaridad, y siembran destrucción en el nombre de Dios, y se elevan en castas superiores en el Nombre de Dios, y discriminan y condenan en el Nombre de Dios, y se encierran en clanes y grupos pretendiendo ser los elegidos del Amor sólo por cumplir leyes, ésos se engañarán y Él no podrá liberarlos del engaño, y se hundirán más y más en la mentira, ¿quién los sacará?.
De verdad que Dios es cariñoso para con todos los que le buscan sinceramente. No para los que buscan el poder y dicen que es a Dios a quien buscan, sino para los que buscan el Amor con un corazón puro.Los arrogantes provocativos que, con una sonrisa de superioridad y una seguridad tranquila, se burlan de todo lo sagrado, aun a conciencia de los valores que lo sagrado encierra. Ya no se trata de un desconocimiento del bien y de la rectitud, sino que se trata de una provocación deliberada.
El rechazo que me producen los arrogantes me lleva a desear su desgracia, a verlos humillados y perdidos sin posibilidad de enmienda. Pero estos sentimientos me hacen igual que ellos: me convierto en juez de hombres, y, consecuentemente, en reo del juicio eterno.

Los humildes esperan con confianza. La humildad se prolonga sin límites porque está dentro de la propia naturaleza, pero la soberbia es como un aguijón clavado en la carne, como un parásito que chupa la sangre: O mata o muere.

Escrito por: HERMANO DE RIO MAYO

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