Después de la vida nos separo durante y a mi regreso a estos lares riomayenses, lo reencontré ya muy grande en edad pero siempre abocado al trabajo en la estancia “La Gauchita” comandando yo una comparza de esquila y él como cocinero de los peones por día.
Era el mismo Venancio que yo conociera con esa vena de humor que causa más gracia cuando el hombre habla poco. Si plantaba el asado al ir a comerlo nos recomendaba que separáramos lo crudo, sabiendo lo bien cocinado que estaba. Si en una rueda de paisanos donde corría la bota de vino y alguien la colgaba, Venancio decía “sentadora la potranca ¿no?” y si al salir a servirnos un rico puchero alguien apurado encaraba la olla antes de tiempo, él socarronamente comentaba “ligero el avestruz”.
Toda esa bonhomía, aunada a su hombría de bien de paisano sano, simple y sencillo, se nos fue a todos los riomayenses, viendo como de a poco vamos perdiendo hombres tan valiosos que marcaron una época de destreza y habilidad campera que ya no volverá.
Se que en algún lugar del cielo te estarán esperando aquellos camperos con los que compartiste carencia y privaciones en los puestos y veranadas. ¡Honor a tu recuerdo Venancio, que tus vecinos nunca te olvidaran!.
Rodolfo Montenegro
Escritor Patagonico.
Nota de autor: llamo la atención la ausencia en el sepelio de la primera autoridad del pueblo, el Señor Intendente, por ser él también un descendiente, por línea materna, de nuestra raza campesina. ¿Quizás estuviera ausente de la localidad.
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