Si bien la ley fue sancionada en diciembre de 2006, desde el Gobierno Nacional se hace hincapié en la necesidad de incentivar la energía renovable, especialmente la eólica. La Argentina cuenta con zonas geográficas ideales para la explotación de este tipo de fuente de energía.
En los últimos años, el crecimiento económico de la Argentina estuvo fundamentado en la agricultura y la ganadería, como consecuencia de la escasez de alimentos en el mundo, especialmente luego de la apertura a los mercados y el ingreso al consumismo de países con importantes poblaciones, como China y la India. Esa situación ha determinado también que lo que se exporten sean commodities, con las variables lógicas en lo que a precios se refiere y con muy escasa absorción de mano de obra. En ese esquema, desde el Gobierno nacional se han adoptado medidas destinadas a incentivar la exportación de productos terminados, por su mayor generación de empleos. Mendoza no ha quedado ajena a ese concepto y, a modo de ejemplo, puede señalarse que el vino embotellado cuenta con menos retenciones a las exportaciones que el vino a granel. Sin embargo, para que el país pueda desarrollarse debe contar con una fuerte inversión en materia energética, uno de los déficits actuales y que provoca que muchas veces las industrias sufran inconvenientes. Es por eso que resulta interesante el nuevo impulso que se le está dando al proyecto que incentiva las energías alternativas, sancionado en diciembre de 2006 por el Congreso de la Nación y que establecía como objetivo lograr una contribución de las fuentes de energía renovables hasta alcanzar el 8 por ciento del consumo de energía eléctrica nacional, en un plazo de 10 años a partir de las puesta en vigencia de la ley. En su artículo primero, la norma legal declaró de interés nacional la generación de energía eléctrica, a partir de fuentes renovables; la investigación para el desarrollo tecnológico y la fabricación de equipos con esa finalidad. En este último aspecto, el incentivo comprendía la construcción de las obras civiles, electromecánicas y de montaje, la fabricación o importación de componentes para su integración a equipos fabricados localmente y la explotación comercial. Resulta evidente que el nuevo impulso a la concreción del proyecto sobre energías alternativas surgió luego de los gravísimos problemas que se presentaron con la destrucción de las usinas atómicas en Japón, luego del terremoto y el tsunami, mientras también está en discusión en algunos foros la energía hidroeléctrica como consecuencia del retroceso de los glaciares -por el cambio climático- y la disminución de los caudales de los ríos. De todos modos, cabría señalar que desde hace tiempo se está trabajando en la Argentina en la energía eólica. Ya existen parques de ese tipo en Pico Truncado, en Comodoro Rivadavia, en Rada Tilly, en Río Mayo, en Tandil, en Punta Alta, en Cutral-Co, en Claromecó, en Darragueira, en Mayor Buratovich y en General Acha, mientras han sido adjudicados importantes programas de generación eléctrica, a partir de fuentes renovables, como la solar fotovoltaica y pequeños aprovechamientos hidroeléctricos. Paralelamente, ya se genera energía eólica en Chubut y se han firmado convenios para instalar el mismo tipo de fuente en La Rioja, en Neuquén y en Río Negro. Promover las energías alternativas resulta fundamental para el desarrollo del país y muy especialmente la eólica en razón de que la Argentina cuenta con zonas geográficas que superan con creces las exigencias mínimas para el buen funcionamiento de ese tipo de generación, más aún cuando los volátiles precios de los combustibles fósiles hacen necesaria la disponibilidad de energía a partir de recursos renovables.
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