Ayer a la mañana, cuando desperté en el "Hotel Belgrano" de Perito Moreno, sentí como la funda que cubría la moto golpeaba con fuerza al flamear por el intenso viento: “Flap, flap, flap…” gemía, como queriéndose soltar de las amarras para volar sin ser un pájaro. Dice Luis un arquitecto que viaja en moto a Bolivia.
Pensé inmediatamente en los 100 kms de ripio que me esperaban en lo alto de la meseta patagónica donde el viento sopla aún con más fuerza (Perito Moreno está en un valle a bajo nivel de la meseta). Cien kilómetros que correspondían al trayecto total de 470 que pensaba realizar, y cuyo destino final era la bonita localidad de Esquel.
Me levanté algo preocupado, desayuné con disimulada tranquilidad, acomodé los petates sobre la moto, cargué los datos necesarios en el GPS y partí.
El viento soplaba con fuerza sobre las calles del pueblo. Eran ráfagas de 70 kms por hora “¡Ay…!, lo que me espera” pensé y continué con el disimulado optimismo hasta la estación de servicio.
“Siga hasta el final de esta calle, llegue a la rotonda, tome hacia la derecha por la ruta asfaltada que va a Las Heras y a 20 kms gire a la izquierda. Hará unos 40 Kms de asfalto y después comenzará el ripio hasta Río Mayo… serán unos 100 kms”
El camino de salida subía la meseta hasta llegar a su nivel de máxima altura donde el horizonte se ve interrumpido en sus 360° sólo por el azul del cielo. Era un día espectacular, con un sol pleno que encandilaba cuando lo tenía de frente (En ese momento eran las 10 de la mañana).
¿El viento…? ¡Já! Impresionante. Calculo que las ráfagas llegaban, en algunos momentos, a los 100 kms por hora. La moto viajaba en un ángulo de inclinación con respecto al suelo de unos 75°. Era la fuerza que debía ejercer para contrarrestar las ráfagas y evitar que me sacaran de la ruta.
“Si el ripio es suelto, esta fuerza al no tener adherencia en el terreno, desplazará la moto y esta caerá por derrape. Así que en estas condiciones no podré continuar la marcha y deberé regresar hasta que el viento calme”. Esas eran mis reflexiones.
...
De pronto, un cartel sobre el asfalto interrumpe mi ventosa marcha: “Desvío, camino de tierra”
Ingreso a él sin esperanza alguna … pero, ¡Oh, sorpresa! el desvío no era un camino de ripio sino de una especie de greda seca sin una sola piedra suelta, muy picado, poceado y con torpes huellones dejados por los camiones que construyen la ruta (La empresa vial no era "Autral Construcciones". Estábamos en un territorio bajo el reinado de Das Neves)
Sobre este terreno descubrí que a una velocidad de marcha de 50 kms/h el viento era perfectamente manejable.
De este modo y a ese ritmo pude superar los obstáculos que fueron varios, y en dos horas y media llegué a Río Mayo sano y salvo. Estaba a unos 400 kms del destino final: Esquel.
Lo que vino después fue asfalto con vientos fuertes y bellos paisajes rodeados de montañas con cumbres nevadas, hasta que ingresé a la ciudad de Esquel.
...
Había llegado a la civilización urbanizada, que en la posmodernidad es igual en todos lados, con sus vidrieras y sus luces dicroicas, sus perfumes y su ropas de moda, por lo que, los duendecillos y los pequeños dioses de la embriaguez y el ensueño que generalmente viajan conmigo… decidieron marcharse hasta que volviera otra vez la magia de lo diferente, de lo único, lo distinto, de lo que es eterno como la maldad y la muerte.
Y espero que renazcan en San Juan, quizá en Catamarca, o a lo mejor en Salta y en Jujuy. Pero de lo que sí estoy seguro es que se subirán a mi moto durante todo el trayecto, sentados sobre mis hombros, sobre mi casco, sobre mi tanque de combustible, sobre mis petates…, en países como Bolivia y Perú. Allí los Faunos, Silvanos y Sirenas, pequeños dioses y duendecillos me embriagarán hasta la desmesura. Ya me estoy imaginando sentado bajo los portales construidos en sillar blanco (piedra volcánica, porosa, fácil para trabajarla y moldearla) que rodean la plaza central del Cuzco, bebiéndome un sabrosísimo pisco peruano.
Es ésta y no otra la razón por la cual, ante mi posible silencio futuro, y la curiosidad de Uds por saber de mí, preguntándome: "¡¿Y Luis, por dónde andas. Qué has visto hoy que no tenemos novedades frescas...?!"...me limitaré sólo a responderles: Hoy, amigos, no he visto nada...
Y a propósito de esto último transcribo a continuación una anécdota referida a un comentario que O. Wilde le hace a Andrë Gide, en relación con el arte.
"Comprenda Ud. —le dice Wilde a Gide— que hay dos mundos: el mundo que ES, SIN necesidad de la palabra, llamado también el mundo REAL y el mundo del ARTE del cual SI es necesario hablar, porque sin la palabra no existiría"
Y a continuación Wilde, que era un ameno conversador, le comenta la siguiente anécdota:
"Había una vez un hombrecillo a quién todos amaban en su aldea porque les contaba historias maravillosas.
Cada mañanas salía de su cabaña y al volver al atardecer los trabajadores, cansados de haber trajinado durante todo el día, se agrupaban en torno suyo y le decían:
—¡Vamos, amigo, cuéntanos que has visto hoy!
Y él les contaba:
—He visto en el bosque a un fauno que tañía su flauta y hacía bailar a una ronda de pequeños silvanos.
—Cuéntanos, cuéntanos más… —le decían. Y éste continuaba:
—Cuando llegué a la orilla del mar vi tres sirenas al borde de las olas que con un peine de oro peinaban sus cabellos verdes.
Y los hombres extasiados lo amaban, lo amaban porque les contaba bellas historias.
Una mañana cuando dejó su aldea como todas las mañanas, al llegar a la orilla del mar, he aquí que vio a las tres sirenas en el borde de las olas que peinaban sus cabellos verdes con un peine de oro.
Y cuando se aproximó al bosque vio también a un fauno que tañía su flauta a una ronda de silvanos...
Ese atardecer, cuando volvió a su aldea como todos los atardeceres y los trabajadores le preguntaron como todas las tardes:
—¡ Vamos, amigo! Cuéntanos que has visto hoy? Él enfáticamente, mirándolos a los ojos y algo entristecido les respondió:
—Hoy, amigos, no he visto nada...
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